MEMORIA INDIVIDUAL, MEMORIA COLECTIVA, MEMORIA NACIONAL
Alfredo Siedl (2020)
Resumen:
INTRODUCCIÓN
La memoria humana ha sido la fuente de los primeros textos escritos que llegaron a nosotros desde lugares diversos, como los
cantos de La Ilíada o La Odisea, el Génesis bíblico y el Popol Vuh. Estos textos son recopilaciones de tradiciones orales de pueblos
antiguos. Desde el siglo V A.C., la memoria ha sido objeto de reflexión filosófica. En el Fedro de Platón, Sócrates relata una alegoría
sobre la relación entre la escritura y la memoria, donde Teut intenta convencer al rey Tamus sobre el valor de la escritura para
fortalecer la memoria colectiva de los egipcios, mientras que Tamus expresa preocupación por el olvido que podría causar en las
almas al depender de caracteres escritos para preservar los recuerdos.
Este trabajo sobre las memorias describe en su Primera Parte diversas escuelas y enfoques sobre los aspectos sociales de las
memorias. Se abordan las dificultades de la psicología para considerar la memoria como una práctica social, privilegiando el análisis
de la memoria individual. Destaca la influencia de Maurice Halbwachs, sociólogo, en el estudio de la memoria comunitaria,
proponiendo una tipología que abarca memorias individuales, activas, patológicas, colectivas o sociales, nacionales e históricas.
La Segunda Parte explora cómo diferentes tipos de memoria se han establecido en distintos momentos históricos y prácticas
sociales, sugiriendo que las formas de organización social y los cambios tecnológicos en la conservación de palabras, imágenes y
signos han moldeado estos tipos de memoria y formas de individuación.
La Tercera Parte discute los problemas derivados del uso político de la memoria, como el papel del Estado en la instrumentalización
política del recuerdo y el olvido, las reescrituras de la memoria nacional, la manipulación, el negacionismo y la ideologización de
la historia. También se examinan los consumos culturales, las imágenes, los artefactos de la memoria y el cine en este contexto.
PRIMERA PARTE
LÍNEAS INICIALES DE INVESTIGACIÓN
La memoria individual ha sido un tema de interés científico en psicología desde el siglo XIX, ya que era accesible para los estudios
experimentales de la época. Inicialmente se la consideraba un proceso psíquico superior relacionado con el aprendizaje y la
inteligencia. Frederick Bartlett, psicólogo inglés, cambió la memorización de números por la visualización de dibujos militares en
la década de 1930, observando que los sujetos recordaban la opinión asociada a las imágenes más que los detalles objetivos.
Bartlett amplió el enfoque al considerar el recuerdo como una actividad afectiva y significativa, vinculada con la narración del
sujeto.
Maurice Halbwachs, sociólogo francés, postuló que la memoria individual está influenciada por marcos de referencia colectivos,
reconstruyendo el pasado mediante selección e interpretación. Lev Vygotsky y otros sostuvieron una teoría sociohistórica donde
la cultura determina los procesos psíquicos superiores. Vygotsky comparó filogenéticamente la memoria del primitivo y del ser
humano civilizado, destacando cómo el progreso material y simbólico hace más eficientes estos procesos. La adquisición del
sistema de signos del lenguaje escrito amplía la capacidad mnemónica, y el avance tecnológico, como la escritura, correlaciona
con la expansión de la memoria a través de soportes de textos. La ontogenia refleja la filogenia, y al final del proceso, coexisten
dos tipos de memoria: una simple, basada en percepciones sensoriales, y otra superior, consciente y voluntaria, influenciada por
el lenguaje y la cultura compartidos.
EL DESINTERÉS DE LA PSICOLOGÍA SOBRE LA MEMORIA COMO PRÁCTICA SOCIAL
En su obra "Memoria compartida: La naturaleza social del recuerdo y del olvido", los psicólogos David Middleton y Derek Edwards
critican el enfoque predominante de la psicología en el estudio de la memoria individual, relegando lo social a un papel secundario
como influencia contextual. Según ellos, el estudio de los recuerdos compartidos y las memorias sociales ha sido más desarrollado
en campos como la comunicación, la historia, la sociología y la antropología, más que en la psicología. Middleton y Edwards
destacan que los procesos cognitivos deberían ser examinados dentro de un marco más amplio que abarque estas disciplinas
colindantes, sugiriendo una integración más profunda de los estudios sobre memoria en contextos sociales y políticos.
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, LA MEMORIA COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL
Middleton y Edwards investigan cómo los recuerdos compartidos entre estudiantes que han visto la película "E.T., de Spielberg" se
organizan colaborativamente en un contexto de aula. Su estudio, presentado en "Recuerdo conversacional, un enfoque
sociopsicológico" (1992, pp. 39-61), revela que estos recuerdos se construyen a través de inferencias colaborativas, marcos
discursivos predeterminados y metacogniciones.
Utilizan un enfoque construccionista social para argumentar que la realidad, incluyendo la identidad y la memoria tanto individual
como grupal, emerge de las interacciones y estrategias discursivas en las conversaciones. Según este enfoque, la retórica y la
pragmática de la comunicación son cruciales para determinar qué aspectos son dignos de recordar u olvidar en cada contexto
social específico.
El análisis conversacional, los estudios etnometodológicos y el análisis del discurso son herramientas clave que permiten
comprender cómo se estructura la memoria social dentro de los grupos humanos. Estas metodologías revelan cómo los grupos
preservan y negocian sus prácticas sociales a través de la memoria compartida, influenciando qué narrativas se perpetúan y cómo
se construyen colectivamente los recuerdos.
LA MEMORIA INDIVIDUAL
La memoria individual es un proceso psíquico fundamental que cada persona considera como propio, ya que organiza y mantiene
una continuidad temporal de experiencias. Tradicionalmente se ha visto como una propiedad personal: "Tengo buena memoria"
es una afirmación común que define una característica singular. Según la Real Academia Española, es la facultad psíquica para
retener y recordar el pasado, incluyendo tanto la habilidad de retención como los contenidos de conciencia recordables.
Desde una perspectiva cognitiva, se puede comparar la mente humana con un procesador que organiza y retiene datos. David
Wechsler, en 1939, integró en su test de inteligencia una escala de "retención de dígitos" para evaluar esta capacidad, basándose
en investigaciones previas como las de Ebbinghaus, quien estudió la memorización de listas de sílabas y estableció la curva de
olvido. Según esta premisa, la memoria, junto con otras funciones mentales como la atención, percepción, pensamiento y lenguaje,
mejora la competencia intelectual del individuo.
Aunque la metáfora de la computadora ayuda a entender la memoria humana, es crucial reconocer que los humanos deben
gestionar tanto la retención como el olvido de manera complementaria para un funcionamiento intelectual óptimo.
LA MEMORIA ACTIVA
En Aristóteles (1993), se distinguen dos formas de memoria: la mnemé, que es el recuerdo pasivo o evocado de un objeto presente,
y la anamnesis, que implica una búsqueda activa o ejercicio de la memoria, con una dimensión pragmática. Bergson (2010) añade
a esta distinción con su concepto de memoria-hábito, donde el tiempo se incorpora al presente sin ser marcado como pasado, y
memoria-recuerdo, donde el pasado se reconoce explícitamente. Según Bergson, la memoria que repite se contrasta con la
memoria que imagina, donde evocar el pasado implica abstraerse del presente y valorar lo no práctico. La anamnesis, o memoria
activa, equivale al esfuerzo de memoria según Bergson y al trabajo de rememoración de Freud, integrando enfoques pragmáticos
y cognitivos.
LA DIALÉCTICA DE LA MEMORIA Y EL OLVIDO
En la práctica de recordar, evocamos contenidos específicos de conciencia según el contexto, como estudiar un material o hacer
una lista de compras, descartando información irrelevante. Esta capacidad pragmática de la memoria depende del olvido para
funcionar eficientemente. Jorge Luis Borges, en su cuento "Funes el memorioso", presenta a un hombre incapaz de olvidar nada,
quien no puede seleccionar qué recordar y qué omitir, lo que le impide pensar y discernir entre las experiencias significativas y las
triviales.
OLVIDAR ES SANO
En la construcción de nuestra identidad personal, la memoria y el olvido juegan roles variables pero esenciales. Según Nietzsche,
recordar implica también tener la capacidad de inhibir el retorno persistente del pasado para no dominar el presente. Propone un
olvido activo de ofensas y quejas como medio para alcanzar la felicidad y la capacidad de prometer, liberándose así del
resentimiento y la culpa que podrían obstaculizar la voluntad humana. Por otro lado, George Mead sugiere que adoptar una actitud
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